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Desde que en el año dos mil ocho el psicólogo argentino Bernardo Stamateas publicó su best seller  “Gente tóxica” se ha utilizado este término en numerosas ocasiones para nombrar a aquellas personas que se perciben nocivas, negativas y hacen daño cada vez que nos acercamos a ellas. Se perciben como tóxicos sus comentarios, sus opiniones y también sus actuaciones.

Las personas son seres que necesitan comunicarse, relacionarse y estar en contacto con los demás para sentirse realizadas, para crecer y evolucionar y en determinados momentos de la vida, como puede ser la etapa de la adolescencia esta necesidad se hace más acuciante y puede llega a producir verdaderos conflictos, traumas e inseguridades que pueden acompañar toda la vida.

Ser selectivos y buscar afinidades se torna algo necesario, y sin que se pueda tachar de exigencia o intolerancia hacia los demás, cada cual debe saber encontrar la comunicación con aquellas personas con las que sienta que ha encontrado aquello que busca, aunque en muchas ocasiones lo que busca solo sea escucha, a veces comprensión y rara vez apoyo. Pero en ningún caso la búsqueda irá hacia el sufrimiento, la incomprensión y el hostigamiento. Aunque a veces ocurre que el hostigamiento llega de  manera sutil, camuflada, es como un objetivo fundamental para algunas otras  personas, que haciendo alarde de un perfil que roza la desviación psicopática consigue amedrentar, ridiculizar o mermar la autoestima de las personas a las que se acerca. Son personas que desde su inseguridad, su vida vacía llena de frustraciones pretenden suplir estas carencias engrandeciéndose mediante el hundimiento de los demás. A veces es para ellos un trofeo ver en los demás sufrimiento, aislamiento y dolor. Es  ciertamente una actuación  patológica que exige atención clínica especializada, cuántas carencias emocionales campan por el mundo haciendo daño sin ser atendidas adecuadamente por algún especialista de la salud mental.

Este tipo de personas se  acercan a sus víctimas seleccionándolas según  su debilidad emocional, las llamaremos “víctimas I” suelen ser personas que no actúan con malicia,  disponen de  escasa habilidad social y se dejan seducir  por ellos, quienes los adulan hasta la saciedad, los veneran  tanto que sin darse cuenta consiguen convertirlos  en sus cómplices y les hacen sucumbir a sus exigencias. En cambio a las personas a las que ven más fuertes o  que simplemente han conseguido aquello que ellos ansían, y que realmente admiran y veneran, porque realmente ocupan el lugar que a ellos les hubiera gustado conseguir, estos son otro tipo de víctimas, las llamaremos “víctimas II” y en este caso se encargan de entablar una batalla de desprestigio y de acoso totalmente patológico hacia ellos buscando para ello el apoyo de sus víctimas débiles que les hace sentir más fuertes. Estas personas aunque son más estables emocionalmente, si no saben retirarse a tiempo sufrirán, porque nunca llegarán a entender que detrás de esta actuación hay un problema emocional grave.

Recuerda saber elegir y saber apartarte de la gente tóxica. Recuerda que siempre debes querer a quien sanamente te quiera. “No hay que apagar la luz del  otro para lograr que brille la nuestra” (Ghandi).

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