Hoy en día el hombre ha cambiado su papel con respecto a su pareja y los hijos de forma significativa.
Ya no es, ni quiere ser, esa persona que se dedicaba solo a trabajar fuera de casa, que luego llegaba y que se mantenía siempre al margen de todo lo que pasaba.
Ahora intenta formar equipo con su pareja y con más o menos comunicación se plantean entre los dos cómo quieren que funcione su casa, sobre todo cuando deciden tener hijos. A partir de aquí se propone una serie de objetivos:
-No quiere ser el padre “ogro” que solo administra el castigo ante un mal comportamiento o las bajas calificaciones en el colegio.
-No quiere que los hijos se relacionen con él desde la distancia, sin que exista cercanía en su relación.
-Quiere saber quiénes son sus amigos.
-Quiere saber cómo les va en todo, en el colegio, universidad, trabajo…
-Quiere saber sus gustos.
-Quiere reírse con ellos y hacer juntos todo tipo de cosas.
-Quiere enfadarse con ellos y preocuparse por sus problemas.
-Quiere ir a verlos hacer deporte.
-Quiere dedicarles tiempo.
-Quiere integrarlos en su vida diaria.
-Quiere que vengan a contarles sus cosas.
-Quiere vivir con ellos.
-Quiere ser feliz con ellos.
Estos cambios se están realizando porque ya no está tan diferenciado el papel de los hombres y de las mujeres en lo relacionado con el entorno familiar más íntimo, ya no se entiende que un hombre no se implique en las atenciones y las tareas de casa o que no se implique en los problemas de sus hijos, quizá ahora lo que no se entendería sería que no lo hiciera. Porque el hombre necesita, en su lucha por sentirse satisfecho en su vida, alcanzar sus objetivos profesionales y tener habilidades sociales que le permitan relacionarse de forma satisfactoria, pero también sentir que es importante para sus seres más queridos y que participa del día a día de sus hijos.
Si los padres de antes no querían esto, los hijos, seguro, lo estaban esperando, porque los hijos necesitan tener a un padre implicado en su vida.
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