Tras unas largas vacaciones, una vez pasado el mes de agosto, los padres empiezan a angustiarse no solo por el gasto que supone poner en marcha un nuevo curso, libros, uniformes, etc., sino por lo que supone en cuanto a dedicación y adaptación a horarios el nuevo curso que ahora empieza.
Tal vez estos niveles tan elevados de angustia nos lleven a pensar que algo no está funcionando bien y solo analizando alcancemos a comprender qué debemos cambiar para que no lleguemos a septiembre con la presión que sabemos y que durante nueve meses va a ser la constante en nuestra vida.
Aspectos a considerar:
- Quizás queremos que nuestros hijos estén tan preparados para el futuro que los cargamos de actividades extraescolares que les lleva a ellos y a nosotros a estar estresados.
- Buscar actividades que en muchas ocasiones nos gustan a nosotros pero no a ellos, por lo que cuando crecen deciden abandonarlas.
- Quizá nos hemos convertido en padres agenda, por lo que confirmamos cada día las tareas que trae a casa del colegio, provocando que el niño no tenga necesidad de estar tan pendiente.
- Le estructuramos el tiempo, por lo que no le enseñamos a organizarse.
- Estudiamos con ellos, le revisamos las tareas e incluso le hacemos resúmenes para revisar el estudio, con lo cual no les enseñamos a pensar ni a razonar.
- Si tiene algún problema en el colegio con algún compañero rápidamente intentamos resolverlo nosotros sin esperar a que sea él quien lo solucione, ya que posiblemente no tenga ninguna importancia.
- Si algún profesor le corrige un comportamiento pedimos tutoría para ver qué ha pasado, pensando que ha sido un exceso de autoridad del profesor o simplemente que el profesor se ha equivocado con nuestro hijo, justificando a veces comportamientos injustificables.
- Si suspende algún examen buscamos algún culpable y casi nunca es la falta de trabajo o de esfuerzo.
- No tiene un horario de estudio y en muchas ocasiones tampoco un lugar tranquilo para hacerlo. El salón no es lugar para estudiar.
- Es necesario que el niño tenga tiempo para jugar, para estimular su creatividad en actividades que le gusten, el juego es imprescindible en el desarrollo.
Con todo esto hacemos que los niños no resuelvan, o al menos intenten resolver sus problemas, no organicen su trabajo y sean constantes en el, que no aprendan a defender una injusticia, si es que se da o que recapacite en aquello que no supo hacer y rectifique.
Tenemos hijos estresados, con exceso de actividades, no tienen tiempo para hacer lo que más les gusta y necesitan, jugar o estar en familia e incluso aburrirse.
Hay muchos estudios que confirman que estos niños suelen tener problemas de ansiedad, estado de ánimo deprimido, inseguridad, baja autoestima, dificultades para gestionar el tiempo… En los padres supone una sensación de sobrecarga, angustia, estrés, ansiedad. Se vive cada cuso con más angustia que el anterior con la certeza de que solo si se cumple ese papel que uno mismo ha forjado se sacará el curso adelante y es por esto por lo que hay que planteárselo, pues llega un momento en que el niño no quiere ni permite ese control o ayuda, por lo que con esta actuación estaremos provocando un futuro fracaso académico y en ocasiones también personal.
Nuestra responsabilidad como padres es dejar a nuestros hijos crecer y eso significa que en cada momento se tendrán que enfrentar a la responsabilidad que les corresponde, sea cual sea. En ningún momento se habla de no acompañarlo ni ayudarlo, pero teniendo claro cuál es el papel que nosotros como educadores principales tenemos que ejercer.
No queremos estudiantes de primaria exitosos y alumnos de secundaria y adolescentes fracasados.
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