La felicidad es un estado subjetivo, un bien muy preciado que aparece en momentos puntuales de la vida, sobre todo cuando estamos expuestos a vivencias positivas muy intensas. Cada persona posee una capacidad para experimentarla, determinada por su perfil genético y por el ambiente externo en que ha ido desarrollado su personalidad.
Cada persona tiene una forma distinta de apreciar todo lo que tiene alrededor. Hay quienes tienden a manejar muy bien sus emociones y son capaces de sobreponerse perfectamente a las situaciones adversas. Otros son muy dependientes de las actuaciones de los demás y dependen mucho de ellos para sentirse bien.
Un buen criterio para encontrar la propia felicidad consiste en saber poner unos objetivos claros y propios en la vida. Pero hay que elegirlos bien, los objetivos no deben ser frustrantes, deben ser estudiados minuciosamente para saber que pueden ser realizados en un determinado plazo de tiempo. Es preferible poner estos objetivos a corto plazo. Si se ponen en un plazo de tiempo demasiado largo se puede perder la perspectiva y propiciar la aparición de sentimientos de angustia o depresión.
Otro aspecto a tener en cuenta en la búsqueda de la felicidad es la necesidad de aprender a apreciar aquellas pequeñas cosas que están ahí sin que en muchas ocasiones sean tenidas en cuenta como merecen. Aprender a valorarlas es un objetivo básico para llegar a acercarnos a esa ansiada felicidad.
Algunas veces se cae en el error de necesitar encontrar grandes y maravillosas cosas para acercarnos a sentir esa ansiada emoción de felicidad y cuando las conseguimos parece que vuelve a escaparse. Los mejores y más eficaces reforzadores que nos acercan a la felicidad están en lo emocional más que en lo material.
Cuántas veces nos disponemos a vivir un día más en el que desde que echamos el pie fuera de la cama estamos encadenados a un ritmo frenético donde caminamos cabeza abajo ensimismados en multitud de preocupaciones, pensamientos, cosas que no pueden olvidarse… y no reparamos en elevar la mirada para poder contemplar todo aquello que tenemos alrededor.
Quizás si eleváramos la mirada y apreciáramos todo aquello que ya tenemos no necesitaríamos tanto más para conseguir ese premio tan preciado, la felicidad.
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