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El estilo de vida que llevamos actualmente nos mantiene inmersos en un  estado de competitividad constante, donde se compite para conseguir un título académico, para conseguir un puesto de trabajo o incluso para conseguir amigos.

Desde la psicología clínica se entiende que ese estado de competitividad no es adecuado para la salud emocional, pues genera un número elevado de personas que padecen estrés y ansiedad o depresión.

Aunque los profesionales de la salud mental no cesamos en el empeño de dirigir los objetivos de cada paciente que acude a nuestras consultas hacia otros más sanos, aún queda mucho camino por recorrer.  Es cierto que estamos inmersos en un estilo de vida que nos exige una serie de cosas ante las que nos resulta muy difícil ausentarnos y permanecer impasibles ante sus exigencias, pues si nos aislamos en exceso  simplemente se pondría en entredicho la capacidad innata de la persona de luchar por la supervivencia y más explícitamente el instinto más primitivo, el de  luchar para sobrevivir ante las adversidades.

Los profesionales de la salud tenemos  como objetivo modificar puntos de vista para que,  aún sin que la persona tenga que dejar de luchar por conseguir su bienestar y sus objetivos,  que lo haga de forma razonada sin confundirse en ese fin, porque sus objetivos pueden ser otros. Un ejemplo muy evidente de este cambio necesario puede ser que la competencia sea siempre dirigida hacia  uno mismo, generando  así un espíritu de superación constante para mejorar cada día, sin dejarse llevar por unas exigencias externas dañinas o por la  comparación constante con los demás. La persona debe encontrar su propia plenitud luchando por conseguir todo aquello que anhela sin nunca sucumbir al pensamiento de que no será capaz de conseguirlo, el pensamiento negativo no ayuda, ni tampoco la crítica o el sentimiento de envidia hacia los demás. El  esfuerzo debe siempre tener su recompensa, y esta es la forma más sana  de dirigir al pensamiento. Lo demás genera frustración, desmotivación, falta de energía, emociones todas perjudiciales para nuestro estado de ánimo.

 Las personas deben aprender a ser eficaces en el manejo de sus objetivos y no malgastar ni un ápice de su energía emocional de forma inadecuada, con el fin de conseguir algo que sea irrelevante o incluso perjudicial en el caso de  que se esté dejando llevar por unas exigencias externas erróneas. Ante este planteamiento   cabe decir que el uso de una gran cantidad de energía emocional  para conseguir un fin inadecuado, basado únicamente en la necesidad de sobresalir ante los demás, puede ser considerado un desgaste innecesario que únicamente conseguirá  un fracaso, poniendo en evidencia la verdadera debilidad de la persona.

Un aprendizaje del autocontrol necesario para conseguir dirigir toda la fortaleza emocional hacia objetivos adecuados se antoja muy importante sobre todo  para  las personas que ya padecen sintomatología ansiosa o ánimo depresivo y en general para todas aquellas que aún sin padecer esta sintomatología notan que quizá sin ser conscientes de ello, se están dejando llevar  por  exigencias externas,  ejerciendo de esta manera un patrón de conducta competitivo sin control.

Solo cuidando el  nivel de competitividad y aprendiendo a dirigirlo a objetivos adecuados se consigue llegar al que es sin duda el principal objetivo, la FELICIDAD.

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