Los objetores escolares son aquellos alumnos que asisten a clase pero que no tienen ningún tipo de motivación ni de interés por todo aquello que tenga que ver con lo académico.
Estos jóvenes solo acuden al centro educativo porque pertenecen, normalmente, a familias que mantienen un seguimiento muy directo a sus hijos y que no están dispuestas a consentir que abandonen los estudios. En otras ocasiones la motivación para la asistencia diaria a clase consiste en acudir a un lugar de encuentro con los amigos, por lo cual se busca en el centro solo y exclusivamente las relaciones sociales, pero existe una negativa total a participar en cualquier actividad que implique el más mínimo esfuerzo y que sea propuesta por el centro.
Esto provoca en muchísimas ocasiones situaciones de indisciplina que afectan al desarrollo normal de cualquier aula, puesto que a pesar de la exigencia del profesor de una actitud de esfuerzo y trabajo como al resto de compañeros, éste debe utilizar todos los recursos a su alcance, desde cambio de lugar en la clase, tenerle a veces que proporcionar el material él mismo, explicar de forma personalizada… y en la inmensa mayoría de las ocasiones sin encontrar respuesta alguna del alumno.
Este hecho conlleva, además, al cuestionamiento continuo de la figura del profesor, la pérdida de autoridad constante y el perjuicio para el resto de los compañeros, que observan que les permite privilegios con el fin de conseguir poder avanzar en la dinámica de la clase.
Los objetores cada vez se van distanciando más de los contenidos de la clase, no valoran el saber, el esfuerzo ni el trabajo, provocando en el profesor un sentimiento de frustración al sentir que su trabajo, dedicación y esfuerzo no están sirviendo para nada.
En muchas ocasiones, con el fin de facilitar el avance del resto del alumnado se hacen pactos con el joven que son claramente privilegios con respecto al resto, consiguiendo así salir reforzado y por consiguiente algún alumno con ciertas carencias a nivel de autoestima puede imitar estas conductas para conseguir atención y la situación de privilegio de este compañero.
Cuando el docente se pone en contacto con la familia suele encontrarse con familias que muestran incapacidad para ejercer control, poniendo de manifiesto las dificultades que tienen para conseguir que sus hijos asuman algunas normas. En un porcentaje importante son niños que gritan, contestan mal e incluso insultan, llegando en algunos casos a amenazar, por lo que el nivel de sufrimiento es elevado y según el hijo va creciendo, los padres se sienten cada vez más perdidos y desorientados.
Es importante saber que este tipo de situaciones no surgen de repente y normalmente se gestan en la infancia, cuando no se ponen límites a los niños, ni se les exige determinados comportamientos acordes a su edad y capacidad. También suele darse cuando los padres trabajan muchas horas o se produce un proceso de separación y quieren compensar su tiempo de ausencia o su sentimiento de culpabilidad, actuando entonces con pautas educativas sobreprotectoras que al final van permitiendo todo tipo de conductas que después y una vez afianzadas son muy difíciles de corregir.
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